Duelo por pérdida de la mascota

septiembre 17, 2021
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Un día decidimos que nuestra morada puede convertirse en hogar para un miembro más en la familia, o quizás descubrimos con no poca sorpresa que alguien más se ha encargado de tomar esa decisión sin consultárnoslo; sea como fuere, lo cierto es que un día nos hallamos compartiendo mucho más que espacio con un ser vivo con el cual, si bien no podemos comunicarnos de manera directa, como acostumbramos a hacer con los de nuestra misma especie; sí podemos establecer vínculos de afecto gracias al entendimiento que surge de compartir el día a día.

Es así como procurando atención y cuidados, volvemos parte de nuestra familia a un ser que el idioma designa como “mascota”, pero que en nuestro hogar es más que eso. Sin embargo, habrá ocasiones en las que una serie de eventualidades impidan al cuidador estar al tanto de las actividades que su compañero de otra especie realiza, o de lo que otros individuos pudieran hacer, quizás desde el desconocimiento o la inocencia, que resulte en la desaparición del animal de compañía.

Cuando una mascota desaparece, se rompe el status quo, es decir, lo que se ha ido aceptando como parte de la vida diaria cambia de un momento a otro, y todo lo que ha implicado su presencia y compañía: los momentos juntos, las rutinas, los paseos, apodos y momentos de cariño, desaparecen repentinamente también, dejando en su lugar sentimientos como culpa, tristeza y enojo por el imprevisible cambio de realidad.

El momento es crítico y sumamente difícil, multitud de pensamientos pueden suscitarse de golpe: “¿Cómo pudo ocurrir?” “¿Se encuentra bien?” “¿Estará a salvo?” “¿Dónde está ahora?” “¿Y si hubiera hecho X o Y en vez de lo que hice?” “¿Lo habrá encontrado alguien?” y un etc. que es particular para cada individuo; sin embargo, ninguno de estos pensamientos repentinos es de ayuda para procesar las circunstancias de la pérdida y los sentimientos que esta trae consigo.

En un principio, a modo de protección contra el tener que adaptarse a la nueva realidad y sentir las emociones indeseadas que ella trae consigo, el cuidador puede encontrarse en un estado de negación, ya sea de la pérdida en sí o de las circunstancias en las cuales se suscitó. Aunado a esto, el desconocimiento de las circunstancias en las que vaya a encontrarse nuestra mascota de ahora en adelante es un factor crucial, así como lo es la esperanza: esperanza de que en poco tiempo vamos a hallarle, de que todo estará bien.

“¿Cuánto tiempo debo esperar a que mi mascota regrese?”  “¿Vivir en duelo por la pérdida de mi mascota no equivale a dar por hecho que nunca volverá?”

Lo cierto es que las circunstancias del presente son independientes a nosotros, y que aun si la pérdida se suscita durante unas pocas horas, el impacto resultante a nivel cognitivo-emocional es considerable, por lo cual, es sano el permitir que afloren nuestros sentimientos, pues son un puente para conectarnos con lo sucedido, y a partir de la aceptación, establecer el modo de actuar que más conveniente resulte dadas las circunstancias. Hacer esto, de ningún modo elimina los sentimientos positivos ligados a la mascota, ni rompe con la buena voluntad hacia ella.

No hay respuestas correctas e incorrectas cuando se trata de experimentar nuestras emociones, no obstante, es cierto también que existen maneras de sentir nuestras emociones que conducen a una resolución de estas, y ello depende de la manera en que cada individuo opta por gestionarse, de su carácter y, en el caso de la desaparición de un animal de compañía, la forma en que sucedió la pérdida.

 Respecto a esta última, y dada la naturaleza de la relación como cuidador, es posible encontrarse viviendo una fuerte sensación de culpa; por lo que se pudo haber hecho, por lo que no se hizo, y también por lo que sí se realizó. Sin embargo, la realidad es que nuestras acciones como cuidador en todo momento estuvieron encaminadas al bienestar y la felicidad de nuestro amigo de otra especie.

 El tiempo compartido con nuestra mascota le convierte en un ser amado, y es por ello que su ausencia duele. Tan cierto es que le llevamos en nuestros corazones sin importar el tiempo, como cierto es también que hicimos todo cuanto estuvo en nuestras manos para hacer valer nuestro tiempo juntos, siempre buscando su bienestar, y por nada del mundo somos los responsables de su ausencia, porque si de nosotros dependiese, su presencia nunca nos dejaría, así como nunca nos deja el lazo de amor creado con dedicación y cariño.

Autor: Psic. Adriana Rosete Viveros

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