Uno de los aspectos necesarios para el desarrollo humano es conformar relaciones interpersonales, conocer a otros individuos, aprender de ellos, cooperar y forjar lazos afectivos. Al relacionarnos con otras personas se van formando nuestros gustos, intereses, opiniones, dogmas y demás elementos que conforman la personalidad y la vida diaria.
Las relaciones de pareja constituyen uno de los principales aspectos de la vida diaria para la mayoría de la población, pues se trata a la relación amorosa y a la pareja como un pilar en torno al cual se establecen metas y planes a futuro, se adquieren nuevas responsabilidades, experiencias, dinámicas e incluso relaciones secundarias (familia y/o amigos) que pasan a conformar la cotidianeidad de las personas.
Sin embargo, culturalmente existen estereotipos sobre el amor romántico que se caracterizan por idealizar la pertenencia mutua de dos personas (clásicamente del sexo opuesto) y por una serie de “mitos” como son la existencia de una “media naranja”, que “el amor es ciego”, “los celos son una muestra de amor”, “el amor es entrega absoluta” y un mito particularmente extendido: “el amor todo lo puede”. Todos estos mitos dejan de lado la individualidad de los enamorados e incluso pueden favorecer la aparición de agresiones, inseguridades, y malos tratos en la relación de pareja.
¿Basta que dos personas se enamoren para pasar “el resto de sus vidas juntos”? Acaso, ¿lo natural es que dos personas que se aman vivan “felices por siempre”? O ¿existen otros aspectos que deben considerarse para tener una relación? Independientemente de cuál sea la definición personal de lo que “es” el amor (sus características, sus limitaciones, su origen y su alcance) es primordial reconocer que se trata de un sentimiento y como tal existen maneras saludables de expresarlo al mismo tiempo que existen formas dañinas de vivir el amor romántico y por ende una relación.
De acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres, “Las relaciones saludables permiten que ambas parejas se sientan apoyadas y conectadas, y que a la vez se sientan independientes. La comunicación y los límites son los dos principales componentes de una relación sana”. De allí que incluso si no existe violencia física, hay otros aspectos que pueden indicar que no se está viviendo una relación saludable, en tanto la autonomía de una o ambas partes se ve restringida y la felicidad que experimentan a raíz de la relación es mucho menor que el estrés, ansiedad, desilusión, tristeza o enojo experimentado a raíz de la vida en pareja.
Por supuesto, como en toda relación existirán momentos más y menos agradables, desacuerdos y conflictos a raíz de las diferencias existentes como individuos, pero una relación sana proviene de individuos sanos que pueden gestionar sus emociones de modo que no sean destructivas, siendo capaces de comunicar cuáles son los aspectos desagradables desde el respeto y brindando retroalimentación no solo sobre las cosas que le molestan del otro, sino también aquello que le hace disfrutar de su compañía.
Por supuesto, habrá ocasiones en que los diferentes puntos de vista y expectativas sean irreconciliables, y es por ello que deben existir límites claros para establecer qué se puede tolerar, en qué aspectos de la relación se está dispuesto a ser flexible, si están abiertos a cambiar aspectos de la vida personal o costumbres, y qué planes, actitudes o acuerdos son el eje central de la relación, teniendo siempre como principio el auto-compromiso, pues la felicidad en pareja puede ser compartida e incluso incrementarse, sin perder de vista que lo más importante es ser capaz de encontrar la felicidad de manera autónoma, no viviendo para otros, viviendo para mí mismo.
Psi. Adriana Aramis Rosete Viveros
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