A lo largo de la vida se habla del desarrollo humano como “crecimiento” y se le asocia con descubrir nuevas habilidades, aptitudes y aprendizajes, con experimentar nuevas cosas y encontrarse desarrollando una sucesión de “primeras veces”. Sin embargo, el desarrollo humano también incluye un decremento paulatino en el ámbito de la salud a partir de la etapa conocida como vejez, que puede ubicarse de los 65 años en adelante.
Al hablar de “el adulto mayor” existen ciertos estereotipos que son asociados automáticamente con la etapa en la que se encuentran. Que “la vejez trae dolores y achaques” suele ser uno de los estereotipos más difundidos, normalizando el decremento en la salud física del adulto mayor, sin tener en cuenta que se trata de un proceso que no atiene a un solo aspecto de la salud, sino que engloba también el aspecto emocional, psicológico, espiritual e incluso social. Entonces, al aspecto físico se le suma la pérdida de identidad, pérdida del sentido de pertenencia, sentimiento de inutilidad y otros aspectos intrapersonales que pueden contribuir a que el adulto mayor experimente un duelo en silencio.
Por un lado, lo más probable es que existan transformaciones simultáneas en la familia, en donde los niños de ayer son los adultos de hoy y se encuentran realizando sus propios planes y metas para construir su propio plan de vida, y esto por supuesto quiere decir que el rol de quien ahora es abuelo o abuela se encuentra también sujeto a cambios, y si además a esto se le suma un padecimiento o dificultad física como son las afectaciones cardiacas, pérdida de la capacidad visual o auditiva entonces puede volverse difícil enfrentar el aspecto intrapersonal cuando el individuo se ve en la necesidad de atender primero la salud física con el objetivo de tener una calidad de vida favorable.
A lo anterior se le suma que el papel del adulto mayor en la familia ha venido transformándose a lo largo del tiempo: de los sabios merecedores de respeto por sus experiencias y por la responsabilidad asumida de mantener a la familia unida, a los miembros del hogar cuya salud requiere que se les brinde cuidados y atenciones que los deslindan naturalmente de las responsabilidades que venían asumiendo anteriormente. Aspectos como la pérdida de densidad ósea, pérdida de masa muscular, disminución de la velocidad para reaccionar, deficiencias en la memoria a largo plazo, dificultades en el aprendizaje, son algunos de los aspectos que con mayor frecuencia van presentando un deterioro a partir de la 3.ª edad.
Y es que toda pérdida implica la necesidad de aceptar que lo perdido no depende de uno mismo, sino que se trata de circunstancias que escapan de nuestro control y por consiguiente una gran parte del trabajo en este tipo de duelo es el reconocer que todo lo que se tuvo en el pasado y que nos permitió desenvolvernos satisfactoriamente en el día ahora requiere que tengamos nuevas rutinas e inclusivo puede que necesitemos hacer adaptaciones en el hogar o diversificar nuestro círculo social en favor de coincidir con quienes también se encuentran pasando por estos cambios físicos.
El acompañamiento de una red social que brinde la empatía y la paciencia necesarias es clave, bajo el entendimiento mutuo, de que el debilitamiento físico no quiere decir que disminuya la calidad o el valor como ser humano, pues el aspecto físico es tan solo una parte de lo que conforma a cada ser humano, pero es la suma de todo lo que hacemos con nuestro tiempo en este mundo lo que demuestra realmente de qué estamos hechos y quiénes somos.
Al abordar la salud del adulto mayor, es importante recordarle que si bien es natural que haya cierta disminución en la fuerza física, su espíritu, su personalidad, su cariño y todo lo que ha realizado en familia son imborrables y que nada ni nadie puede quitarle su lugar especial en casa.
Psi. Adriana Aramis Rosete Viveros
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