Luto y duelo, ¿Cuáles son sus diferencias?

enero 7, 2022
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Los seres humanos somos seres sociales, nos desenvolvemos formando grandes grupos y subgrupos en los que se generan normas y costumbres de acuerdo al consenso, mismas que si bien en muchas ocasiones no se encuentran estipuladas de manera formal en un reglamento sí han sido instauradas mediante la enseñanza práctica dentro del núcleo familiar, de manera constante.

Y así como la sociedad influye en nuestra manera de ver la vida, de desenvolvernos y desarrollarnos como individuos, su influencia se extiende al modo en el que vemos la muerte y todo lo que le rodea, pues también entorno a ella se han erigido usos y costumbres al igual que prejuicios influenciados por el pensamiento colectivo.

Al aspecto conductual y social de la pérdida de un ser querido se le denomina “luto”, palabra que hace referencia al “Signo exterior de pena y duelo en ropas, adornos y otros objetos, por la muerte de una persona.” De acuerdo con la Real Academia Española (2014). Otras definiciones de la RAE incluyen: “Vestido negro que se usa por la muerte de alguien.” Y “Duelo, pena, aflicción.” Siendo esta última la que ocupa al presente artículo.

Es necesario aclarar que las definiciones de la RAE se ven influenciadas por la relación de reciprocidad que existe entre los individuos y su medio/ambiente, aceptando paulatinamente los usos coloquiales de algunos términos y reconociendo incluso como propios ciertos extranjerismos que la modernidad ha ido incorporando a nuestro idioma.

Una vez aclarado cómo el uso cotidiano de las palabras las transforma y modifica el modo en que las comprendemos (y por ende, a nuestra realidad) cabe resaltar que desde la psicología y la tanatología el hablar de luto y de duelo hace referencia a dos aspectos distintos aunque por supuesto, en muchas ocasiones relacionados. Ambos términos se encuentran ligados a la pérdida de alguien muy querido, más no por ello se vuelven intercambiables entre sí.

El duelo puede definirse de un modo general como el proceso de adaptación que resulta de toda pérdida significativa, ya sea que se trate de un objeto, de una persona o mascota, e incluso puede deberse a aspectos intrapersonales como la pérdida de capacidades mentales o físicas, o los cambios experimentados al transitar de una etapa evolutiva a otra (por ejemplo pérdida de la juventud).

Si bien cada persona vive de manera individual cambios y manifestaciones particulares a nivel cognitivo, emocional y conductual, es posible afirmar que el duelo se trata de una respuesta universal al dolor de la pérdida, pues incluso si las circunstancias de lo perdido y del doliente son siempre particulares e intransferibles, hemos sido capaces de englobar, con base en lo que atraviesa la mayoría de sujetos, una serie de pasos e inclusive tareas en cuanto al duelo.

Y es en el carácter universal del duelo donde se puede encontrar una primera diferencia entre este y el luto, pues mientras que el duelo es una respuesta natural, el luto se trata de una reacción social que como tal, varía y se transforma notoriamente entre distintas regiones y subgrupos.

El luto engloba las manifestaciones conductuales que existen de cara a la colectividad, tales como vestir de negro, colocar un moño negro en casa, no escuchar música, no acudir a reuniones, etc. Dichas manifestaciones se transforman y adaptan junto a los fenómenos sociales del colectivo al que pertenecen, de modo que en la actualidad ciertas costumbres del luto han tenido una disminución notoria en cuanto a su práctica, mientras que otras nuevas surgen, como ausentarse de redes sociales o colocar una imagen con un lazo negro en el perfil personal.

Con base en lo anterior se puede concluir que a medida que las necesidades, recursos y tendencias sociales cambian, también se modifican las ideas con relación a la muerte.

La segunda gran diferencia entre el duelo y el luto, es que mientras que el primero se relaciona directamente con el sentir y el pensar del doliente, el segundo no necesariamente va acompañado de una carga emocional o cognitiva propiciada por la pérdida, de modo que en realidad ni el guardar luto es indicativo de que aún se vive un duelo, ni la ausencia de este es una señal de que la persona ya ha alcanzado la resignificación de la pérdida.

Autor: Psic. Adriana Rosete Viveros.

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