Uno de los términos fuertemente asociados con el duelo es la depresión, entendida por muchos como un estado de ánimo de profunda tristeza y desánimo que se presenta como consecuencia natural a raíz de la pérdida de un ser querido.
Sin embargo, en muchas ocasiones se trata de un uso a la ligera proveniente del desconocimiento de lo patológico, por lo que en artículos anteriores se ha hablado de algunos de los criterios que diferencian la tristeza profunda del doliente de un trastorno depresivo como el trastorno depresivo mayor, y en el presente artículo corresponde hablar del trastorno depresivo persistente, también conocido como Distimia.
De manera general, la Distimia es un trastorno del estado de ánimo dentro de los Trastornos depresivos, lo que quiere decir que comparte cierta sintomatología en común con otros trastornos dentro de la misma categoría como son sensación de vacío, tristeza, falta de energía, dificultad para concentrarse y para retener información, cambios en los hábitos alimenticios y hábitos de sueño, así como sentimientos de desesperanza, por mencionar algunos de los indicadores comunes en esta clasificación.
La duración e intensidad de dichos síntomas y signos constituyen un aspecto clave para identificar de modo específico (y en caso de corroborarse con un experto de la salud mental la presencia de depresión clínica) cuál es el trastorno que se encuentra afectando la calidad de vida y la salud del individuo. Y es que en el caso de la Distimia existe una afectación que suele ser categorizada como “leve” durante un periodo de tiempo prolongado, a diferencia de (por ejemplo) el trastorno depresivo mayor, cuyo criterio indica la presencia de sintomatología depresiva “intensa” durante un corto periodo de tiempo.
A pesar de dicha distinción, es importante tener en mente que al hablar de un trastorno correctamente diagnosticado se debe sobreentender que la presencia de una enfermedad mental representa un severo daño a la calidad de vida de quien ha sido diagnosticado, y en el caso de la Distimia una presencia “leve” de estados depresivos durante un periodo de al menos 2 años conlleva cambios conductuales, actitudinales y emocionales capaces de mermar la capacidad del individuo de disfrutar su vida y crecer como persona, sustituyendo sus habilidades, aptitudes y actitudes por insatisfacción, pensamientos negativos, baja autoestima y una disminución general de la calidad de vida que puede afectar no solo a quien padece este trastorno sino también a los seres queridos que conforman su red de apoyo.
De acuerdo con el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales en su quinta edición, el individuo debe haber experimentado un estado de ánimo depresivo la mayor parte del tiempo durante más de 2 años, junto con los siguientes indicadores:
• Falta o exceso de apetito
• Insomnio o hipersomnia
• Baja energía o fatiga
• Baja autoestima
• Falta de concentración o dificultad para tomar decisiones
• Sentimientos de desesperanza
Y si bien es labor de un profesional identificar cuál es la intensidad de los síntomas y signos mostrados por el doliente, así como el nivel de afectación que esto supone para el desarrollo ya no solamente de un duelo saludable, sino de una vida sana, también es cierto que contar con la información adecuada para distinguir en un primer momento cuál es el desarrollo de un duelo saludable y cuáles son los potenciales indicadores de un trastorno depresivo puede ser un punto de partida para evitar la estigmatización del estado de vulnerabilidad que sigue a la pérdida de un ser querido, por un lado, y por el otro pueden permitir a los individuos cuyo desarrollo muestra una afectación más grave recibir la atención especializada que necesiten.
Psi. Adriana Aramis Rosete Viveros
Asociación Americana de Psiquiatría, Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM 5. Arlington, VA, Asociación Americana de Psiquiatría, 2013.
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