Por norma general, cuando un ser querido fallece existe una expectativa social que nos incita a “no dejar que la vida se desmorone”. Usualmente allegados y familia recurren a frases que en una primera instancia buscan dar consuelo, pero que inevitablemente ponen un énfasis en “dejar ir” “soltar” y “seguir adelante” de un modo que no necesariamente corresponde con los hechos acontecidos y por ende, pueden invalidar las emociones naturales que surgen a raíz de la pérdida.
Al incurrir en estas actividades es posible caer un fenómeno llamado “positividad patológica” que consiste en reprimir de manera forzada la expresión de pensamientos y sentimientos dolorosos y difíciles de procesar, evitando reconocer la existencia de emociones displacenteras para “evitar” el malestar asociado a ellas. En su lugar, la persona adopta actitudes que, en apariencia, son resilientes y “positivas”.
Por supuesto, no toda noción de pensamientos positivos puede ni debe ser catalogada como algo “patológico”, este término se reserva para aquellas conductas y actitudes que impiden a una persona seguir desarrollando de manera plena sus actividades de la vida diaria, incluso aquellas que son vitales como higiene y alimentación. En resumen, cuando existen circunstancias y características específicas que impiden un desarrollo normal de acuerdo al lugar y la cultura podemos decir que algo se está tornando patológico.
Esto es especialmente dañino durante el periodo en el que una persona se encuentra atravesando un duelo, pues el principio de lo que sería un duelo saludable tiene como punto de partida la normalización de las emociones y sentimientos que surgen a partir de la pérdida, sin importar cuan complicados y dolorosos de procesar sean, por lo que al querer filtrar lo que se está viviendo en ese instante y relegar toda aquella manifestación emocional que se considere como inadecuada puede impedirle a la persona abordar de una manera óptima su duelo.
Para poder sanar es importante conocer y entender cuál es el daño que se está viviendo, su relevancia en nuestra vida, sus causas, sus facetas y las necesidades que este trae consigo, aspectos que son difíciles e incluso imposibles de lograr cuando se ha fijado la mente desde un inicio en lo indeseable y/o inaceptable que es siquiera hacerse consciente de aquello que está afectando la vida personal.
Hablar del dolor no lo hará peor ni lo prolongará si no todo lo contrario, nos permitirá entender que se trata únicamente de una faceta más de nuestra vida, de un aspecto individual o particular de un momento específico de nuestra historia, pero somos mucho más que la pérdida que nos encontremos atravesando, y por muy desagradables que sean las emociones del momento es decisión personal guardarlas como congeladas en el tiempo de modo que no nos abandonen nunca, o permitirles ser y dejarlas salir para que hagan espacio a otras vivencias.