Aprendemos en la infancia que el ciclo de la vida culmina para todos los seres vivos con la muerte y que por ende esta es algo que forma parte de la vida misma y, sin embargo, con el paso del tiempo nuestra visión de la vida se desarrolla completamente ajena al concepto de muerte, a pesar de que esta última tiene implicaciones que sobrepasan a nuestra ausencia física: aspectos legales, familiares, laborales, etc.
Es posible afirmar que la cultura moderna tiende a ignorar los conceptos relacionados con el final de la vida, y si bien las causas de ello tienen múltiples orígenes como el estilo de vida competitivo y acelerado al que se ve sometida la mayor parte de la población, el abandono de usos y costumbres relegados por la adquisición y diversificación de préstamos culturales de la globalización, etc.
De allí que a partir de estas condiciones, existe una tendencia al desconocimiento y el desinterés de todo lo que rodea a la muerte, ignorando que dichos aspectos son necesarios e incluso, si se les gestiona adecuadamente pueden tener un efecto positivo antes del trascendimiento, como son los trámites legales y la reestructuración y/o resolución de conflictos familiares.
El mejor tiempo para actuar y gestionar dichos asuntos siempre es el presente, pues su relevancia no se queda exclusivamente en el tiempo post-mortem, sino que contrario a lo que pueda parecer en un primer instante, se trata de hechos que en realidad suelen verse complicados por la falta de gestión en vida. Un ejemplo claro es la realización de un testamento, documento legal en el que se esclarece la sucesión de bienes e incluso sus limitaciones, que solo es un medio para gestionar lo que se construyó en vida: las dinámicas sociales de quien lo realiza al igual que sus pensamientos, sentimientos e intenciones, que por supuesto, una vez trascendido siguen siendo válidos pues se trata de una extensión (avalada por la ley) de la voluntad de un individuo respecto a lo que construyó patrimonialmente.
Si bien es cierto, este aspecto legal de la muerte requiere de conocimientos y recursos que no son universalmente accesibles para todo ser humano, lo cierto es que sí existen otros elementos relacionados con el final de la vida cuya gestión puede considerarse accesible, como es el clarificar situaciones familiares/sociales y laborales, pues las relaciones interpersonales son una de las esferas más afectadas tras el trascendimiento, y negarse a hablar de la realidad de la pérdida (por los motivos que fuesen) no constituye en sí misma una herramienta útil, sino todo lo contrario: no se puede gestionar aquello que ignoramos.
Des estigmatizar e incorporar la muerte a nuestras vidas no es llamar a su puerta ni invitar a que ocurran desgracias sino todo lo contrario: ayudar a disminuir los sentimientos negativos como el miedo y la ansiedad que ocasionan, el fortalecer nuestros lazos y redes de apoyo al incluir este aspecto tan natural de la vida en nuestras conversaciones para de este modo darle el espacio que merecen a nuestros seres queridos, libres de cargas, arrepentimientos y rencores. Es un acto más de amor.
Autor: Psic. Adriana Rosete
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