Hablemos del suicidio

agosto 26, 2022
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La revisión etimológica de la palabra “suicidio” nos lleva a los vocablos latinos sui que significa “a sí mismo”, y cidium “matar”, por lo que entendemos la definición de esta palabra y sus derivados (por ejemplo “suicidarse”) como una conducta autodestructiva con intención en la que el individuo está consciente de que ya sea por omisión o acción propia puede disminuir su integridad o inclusive llegar a ocasionar su propia muerte.

Mientras lo establecido como normatividad impulsa a una mayoría a alejarse de la destrucción y el caos, aquellos que se desarrollan bajo las conductas suicidas (autodestructivas) buscaran acercarse a situaciones y personas que los lleven a ello.

A diferencia de las etapas previas al suicidio consumado, donde bien pueden presentarse con mayor o menor medida conductas de riesgo para la integridad del individuo, cuando hablamos de ideación suicida entendemos que la persona ya ha pasado por la búsqueda de las herramientas que puedan ayudarlo a conseguir su último objetivo: quitarse la vida. Estamos hablando de la muerte resultado de un acto suicida.

Si este deseo de morir es lo suficientemente consciente, podemos hablar de tentativas frustradas a lo largo de la vida de un sujeto hasta que las conductas temerarias fruto de su deseo inconsciente salen a flote y dominan su comportamiento. El individuo que llega a esta etapa ha perdido una batalla personal contra la adaptación y el día a día, se define a este individuo como alguien que si bien en apariencia puede haber tenido éxito en satisfacer sus necesidades y/o establecer relaciones interpersonales sanas, vive una realidad subjetiva muy distinta.

Pueden desglosarse las características que aumentan las probabilidades de padecer conductas suicidas como factores biológicos, psicológicos, familiares y sociales, bajo el entendido de que todos interactúan e influyen en cómo se configura el fenómeno suicida. Uno de los factores ampliamente vinculados al respecto con la ideación suicida es la sintomatología depresiva junto con una baja autoestima, entendiéndose entonces que el riesgo de un suicidio consumado aumenta cuanto mayor es la sintomatología depresiva en un sujeto.

Cabe recalcar la normal divergencia de estados anímicos en el humano, que incluyen sentimientos de melancolía o tristeza sin que estos vayan más allá de la sensación pasajera y desaparezcan al cabo de unos días como máximo; por otra parte, en el caso de la sintomatología depresiva se trata de sentimientos cuya prolongación temporal e intensidad le otorgan la capacidad de interferir con la vida diaria y el desempeño normal de la persona que los padece, causando una serie de efectos colaterales que abarcan desde el individuo que ha perdido el equilibrio psico-social hasta la gente de su entorno que se preocupa o ve sus propias actividades coartadas.

De acuerdo con datos estadísticos de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) del 2016, en promedio cada año se registran 1500 suicidios en todos los rangos de edad, lo que demuestra que la tasa de suicidios en el país ha ido en aumento: en el año 2000 la cifra fue de 3.7 casos por cada 100 mil habitantes y en 2014 el índice había subido a 4.9 por cada 100 mil habitantes, haciendo un total de 434 muertes.

Si bien todas las sociedades se enfrentan a distintos cambios de estructura que influyen en la filosofía de su cultura particular y por ende afectan el desenvolvimiento de los individuos que les conforman, en el caso particular de la conducta suicida en la actualidad se observa que “En gran parte del mundo el suicidio está estigmatizado, es decir, condenado por razones religiosas o culturales, y en algunos países el comportamiento suicida constituye un delito castigado por la ley. Se trata pues, de un acto subrepticio y rodeado de tabúes” (OMS, 2018, p.23).

Lo último adquiere especial significado cuando se tiene en cuenta como un hecho la voluntariedad del acto por parte del suicida, hecho que añade un nuevo significante a la concepción cultural acerca de la muerte que se encuentre imperando en su entorno, abonando al proceso de duelo y pérdida física un nuevo impacto para la familia y aquellos que conforman el contexto inmediato del fallecido, transformándolo en un acto individual transgresor de la “normalidad” en múltiples situaciones.

No existe una distinción de acuerdo al estrato social, económico, intelectual e incluso de edad, se trata de un problema sin poblaciones de riesgo específicas cuyas causas, al ser tan variadas como personas padeciendo ideación o deseos suicidas, hacen a su vez que el tratamiento y sobre todo la prevención de sucesos de esta índole sea un trabajo arduo.

Por todo lo anterior es de suma importancia poner atención a las situaciones de vida, pensamientos e ideas de quienes conforman nuestro entorno, para detectar oportuna y tempranamente los pensamientos y sentimientos de desesperanza sin normalizar el sufrimiento de ningún ser humano, pues de ello dependerá la vida de individuos sanos.

Psi. Adriana Aramis Rosete Viveros

 

Referencias:

Organización Mundial de la Salud (2018) Nota descriptiva. Suicidio: Datos y cifras. Recuperado de: http://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide

Secretaría de Desarrollo Social (2016) Programa nacional de protección de niñas, niños y adolescentes 2016- 2018. Recuperado de: https://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5494057&fecha=16/08/2017#gsc.tab=0

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