Hablemos del duelo

enero 6, 2023
Es necesario dar el nombre correcto a las cosas para poder hablar de ellas y de ese modo lograr un mejor entendimiento de cuáles son sus características, entender el por qué surgen en primer lugar, si se trata de algo natural o no, si puede ser beneficioso, etc.  Por ello es necesario hablar del duelo, incluso si en primera instancia se trata de algo incómodo o indeseable.
Al no mencionar siquiera la existencia del duelo se invisibiliza todo lo que constituye el rompimiento abrupto de lo cotidiano, pues la vida diaria se encuentra llena de momentos donde es necesario dar el reconocimiento que corresponde a la separación abrupta o pérdida de aquello que es valioso para un individuo, ya se trate de personas, propiedades, relaciones, partes del cuerpo, estilo de vida, juventud, etc.

Siendo tan diversas las circunstancias que dan pie a un sentimiento de pérdida no debe resultar extraño que existan múltiples duelos a lo largo de la vida y cada uno de ellos merece ser expresado como lo que es: un proceso natural y universal que existe como parte del desarrollo humano, por lo que se trata de algo necesario para el crecimiento personal de los individuos. Reducirlo exclusivamente al dolor por la muerte de un ser querido constituye una limitante.

La afirmación anterior no pretende desestimar el duelo como proceso de adaptación ante la pérdida física de un ser querido, se trata de reconocer dicha pérdida, a la par que se reconoce también los otros tipos de pérdida/duelo que se han mencionado de manera superficial en el presente artículo y a mayor profundidad en artículos anteriores de este mismo blog, de manera que se concientice acerca de la importancia de vivir los sentimientos y pensamientos que se suscitan como algo natural, no necesariamente patológico (al menos de primera instancia).

En la mayoría de individuos, vivencias como una ruptura amorosa, proceso de mudanza, pérdida de un objeto de gran valor sentimental o el paso de la juventud a la edad adulta suscitan cambios que son demasiado abruptos y/o indeseados, por lo que originan sentimientos de tristeza profunda, incomprensión, frustración, culpabilidad, enojo, estado de shock, deseos de aislarse, y esto es solo por mencionar algunas de las respuestas psicológicas más comunes, mismas que pueden derivar en una pérdida de motivación para continuar con el día a día, incapacidad de disfrutar de lo que antes brindaba felicidad, negación de la existencia de una nueva realidad y por ende dificultad para adaptarse y reconstruir la vida.

Si dichos cambios a nivel cognitivo y emocional no se reconocen como lo que son, un proceso adaptativo que es necesario experimentar, entonces se cierra la puerta al desarrollo saludable del individuo, pues el duelo debe de ser expresado y transitarse al ritmo que cada persona requiera en vez de ser callado como si fuera un tabú, hablar libremente de sus características, de lo que produce a nivel físico, mental, social y espiritual no llama al malestar ni al dolor, sino todo lo contrario, permite identificar y esclarecer qué es lo que ocurre para que cada individuo pueda vivir de manera personal y resiliente el dolor, pues “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional” (Buda).

Psi. Adriana Aramis Rosete Viveros


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