Duelos complicados

octubre 15, 2021
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Si bien el duelo consiste en un proceso con experiencias complejas e individuales que impiden establecer una fórmula estricta o una serie de pasos lineales e inalterables, sí ha sido posible determinar de un modo general (enfocado a “la mayoría”) cuáles son los pensamientos, sentimientos y conductas que tienden a presentarse recurrentemente, en individuos funcionales que a su ritmo determinan el modo y el tiempo necesarios para resignificar el dolor de la pérdida y adaptarse a los cambios que esta ha traído.

Sabiendo que existe un marco de referencia para ello, hablar de duelo complicado es referirse a las conductas de duelo que salen de la norma, ya sea que se trate entonces de un duelo anormal, patológico, traumático, no resuelto, crónico, retrasado, o exagerado, mismos que para efectos prácticos del presente artículo, se engloban bajo el nombre “duelo complicado”.

De este modo, al hablar de duelo complicado se hace referencia a algunas de las siguientes características listadas en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) en su quinta edición (2013) sobre el Trastorno de Duelo Complicado:

  • Presencia de reacciones de dolor intensas que persisten al menos 12 meses tras la muerte del fallecido (6 meses en niños)
  • Las respuestas de dolor del individuo interfieren con su capacidad para funcionar durante al menos 12 meses tras la muerte (la reacción del duelo es desproporcionada de acuerdo con las normas culturales y la edad del doliente)
  • Déficits en el comportamiento laboral y social, junto con comportamientos perjudiciales para la salud (desconfianza, irritabilidad, sentimiento de indefensión o inutilidad, reticencia a hacer planes a futuro, abuso de sustancias adictivas, etc.)
  • Pena intensa, llanto frecuente, preocupación respecto al fallecido e ideación suicida, que se define como “todo aquel pensamiento enfocado a desestimar el sentido de la vida, el anhelo por acabar con la vida propia, la planificación de las acciones suicidas y fantasías en torno a la muerte”. (Varengo, 2016)
  • Quejas somáticas (manifestación de la afectación emocional a través de malestares físicos) y mayor probabilidad de desarrollar afecciones cardiacas, hipertensión, inmunodeficiencias, y una consecuente menor calidad de vida

Es importante destacar que dicha sintomatología debe ser evaluada por un profesional de la salud mental, quien podrá emitir un juicio pertinente con base en el proceso de acompañamiento psicoterapéutico, puesto que las vivencias que conforman un duelo varían no solo de persona a persona, también de duelo en duelo, siendo así que el mismo individuo puede vivir de formas completamente distintas el duelo aun si las circunstancias y el tiempo del trascendimiento fueron los mismos.

Si bien es cierto que se han determinado parámetros de lo esperable como “normal” al experimentar un duelo, también es correcto afirmar que cada persona construye a su particular modo dicho proceso, variando de sujeto en sujeto los pensamientos, sentimientos y acciones que este origina, así como la duración, frecuencia y sucesión de los mismos.

Puede ser un error considerar que algunos miembros de una familia de dolientes estén procesando mal el duelo, o incluso haciendo un duelo complicado incluso haciendo un duelo complicado, simplemente porque no sigan el patrón temporal o el ritmo del resto de la familia” (Chacón J., Martínez-Barbeito M. & González J., 2018)

Recibir ayuda psicológica y/o psiquiátrica son acciones que no deben ser descartadas por el doliente y sus allegados, aún bajo el entendido de que “es importante respetar los tiempos y ritmos de cada uno de los dolientes.” (Chacón J. et al, 2018), ya que al ser impredecible el desarrollo del duelo, la prevención es una medida necesaria dada la gravedad de las posibles complicaciones, que incluyen además la presencia de otros trastornos del estado ánimo como el Trastorno depresivo mayor, Trastorno por estrés postraumático o Trastornos por consumo de sustancias, mismos que a su vez requieren la atención especializada de expertos (psicólogo y psiquiatra) para su tratamiento.

Al mismo tiempo conviene subrayar que la distinción primordial respecto a un duelo normal y uno complicado consiste en una característica no solamente vital sino también observable: la funcionalidad del individuo.

¿Qué quiere decir esto? Que si bien, las capacidades y habilidades de quien recientemente ha entendido que un ser amado trascendió se ven naturalmente disminuidas a nivel físico, mental, y social a lo largo del singular curso del duelo (con fallas en atención y memoria, fatiga, apatía, enojo, culpa, dificultad para llevar a cabo labores cotidianas y experimentar alegría con lo que anteriormente le hacía feliz, así como alucinaciones visuales o auditivas y aislamiento social, por mencionar algunos ejemplos), su sola presencia o ausencia no es lo que determina la “normalidad” del mismo, sino su duración e intensidad al ser vividas por una persona, de modo que el duelo “normal” es aquel en el que el individuo avanza, a su propio ritmo, hacia una resolución y resignificación del dolor, implementando pensamientos, sentimientos y acciones adaptativos a la pérdida.

Además, existen factores en cuanto al trascendimiento y el trascendido que pudieran dar pauta a la detección de un posible “Trastorno de duelo complejo persistente”, como son las circunstancias del trascendimiento (accidente, negligencia, acto violento, suicidio, desapariciones, u otra causa inesperada y repentina), la edad del trascendido (con una mayor incidencia al tratarse de menores de edad) y la relación existente (vínculos con un fuerte apego como el de padres a hijos, parejas, o en los que alguno ejercía el rol de cuidador/benefactor).

Otros posibles factores que con frecuencia indican señales de alerta radican en el doliente, y suelen ser: culpa, aislamiento social, el consumo de sustancias como el alcohol y las drogas como soluciones ineficaces a su falta de visión optimista de la vida, la existencia de un diagnóstico previo por trastorno psicológico y la presencia de diagnósticos previos dentro de la familia. Con respecto al último punto, si bien no puede definirse una causalidad directa por la sola existencia de antecedentes de trastornos mentales en el núcleo familiar, definitivamente es un factor que debe tomarse en cuenta durante la valoración de factores de riesgo.

Los sentimientos de culpa suelen originarse a partir de “pensamientos mágicos”, es decir, creencias y deseos que coinciden con la defunción u otros eventos relacionados con la misma, y dotan de una responsabilidad irracional al individuo al creer que fueron sus pensamientos o emociones las que provocaron el fallecimiento (o influyeron en él). Al sentimiento de culpa pueden sumarse remordimientos por las acciones que se realizaron y también las que no se llevaron a cabo, incluidas visitas, promesas, y conversaciones.

Por otra parte, el aislamiento social hace referencia al rechazo (parcial o total) hacia otras personas y la consecuente evitación de entornos sociales, incluidos aquellos conformados por la red de apoyo, que consiste en toda persona o comunidad que brinde seguridad, comprensión, calidez y valoración al individuo, sin importar la naturaleza del lazo, pudiendo tratarse de amigos, colegas o un grupo. De este modo, al aislarse el individuo reduce sus posibilidades de pedir y recibir ayuda, ya que la crítica y el rechazo social percibidos pueden llevar a los sentimientos de soledad, impotencia, abandono y desesperanza frecuentemente asociados a crisis depresivas e intentos suicidas.

En definitiva, la atención especializada durante el transcurso del duelo es una herramienta valiosa que ayuda a discernir entre lo que pese a su complejidad constituye un proceso adaptativo de asimilación y adecuación con sus altibajos, y aquello que directa e indirectamente obstruye la capacidad de naturalizar el trascendimiento de un ser querido.

American Psychiatric Association – APA. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5 (5a. ed. –.). Madrid: Editorial Médica Panamericana

Chacón J., Martínez-Barbeito M. & González J., (2018). El duelo complicado. C. Camps Herrero & P. Sánchez Hernández. Duelo en oncología. (223-236) Sociedad Española de Oncología Médica

Varengo J. (2016) Ideación suicida en adolescentes. (Tesis de pregrado) Universidad Siglo 21. Buenos Aires, Argentina.

Autor: Psic. Adriana Rosete Viveros 

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