El ser humano pasa por muchas etapas a lo largo de la vida, desde el momento en que nacemos hasta el último respiro, el dolor es algo que experimentamos, tanto físico como emocional. El duelo viene del latín dolus, que significa dolor, es aquel proceso por el cual una persona pasa por distintas fases hasta alcanzar la aceptación y resignación de haber perdido a un ser amado.
Es acompañado por diferentes momentos, existen diferentes autores que hablan acerca de las etapas del duelo, pero en esta ocasión citaremos la autora Kübler Ross (1969) y sus cinco fases:
Negación: Es cuando la persona no acepta la realidad acerca de la situación, incluso puede suceder la falta de sentimientos y eso pudiera generar un malestar en la persona que está viviendo el duelo.
Enojo: En esta parte, se puede llegar a manifestar ira o rabia que puede llevarse internamente como externamente, hacia ella u otros, como un mecanismo para evitar el dolor.
Negociación: Esto se suscita para retrasar la verdad, es una manera de ganar tiempo y evitar la responsabilidad que conlleva el gestionar las emociones reprimidas sobre la perdida.
Tristeza profunda: En esta etapa la persona suelta todo el enojo contenido y se evidencia en sentimientos de abandono, cuestionamientos inclusive de índole religioso, como culpar a Dios por el fallecimiento de su ser querido.
Aceptación: Siendo el paso final, la persona afectada puede continuar con su vida cotidiana, sin adherirse al pasado, viviendo el aquí y el ahora, recordando con amor a su ser querido, sin lastimarse ni culparse.
No necesariamente se deben presentar todo lo anteriormente mencionado para que ocurra el duelo, ni tampoco lleva un plazo de tiempo establecido en cada etapa, sin embargo, la estadística nos muestra que por lo general si nos referimos aún proceso de duelo sano, hablamos de una duración aproximada de año y medio o dos años, pues todos somos distintos y cada uno vive su proceso de diferente manera, en cambio si hablamos de uno que ha durado más de cinco años con la misma sintomatología y sufrimiento, estamos hablando de un duelo complicado, que podría empeorar, ya que el tiempo no lo cura todo, es necesario trabajar durante ese tiempo para poder comenzar a adaptarse al nuevo proceso en el que se está viviendo.
Como se menciona con anterioridad, ningún duelo es igual a otro, inclusive entre la misma familia se pueden observar diferencias, aunque la perdida sea de la misma persona, lo mismo sucede cuando hablamos de la edad del afectado. En adultos el duelo suele observarse, como mencionamos anteriormente, sin embargo en el caso de los menores de 10 años, a veces se ve afectado por las posibles negligencias con la que los cuidadores primarios pudieran tomar a la ligera el evento del fallecimiento de un ser cercano al infante, pues se tiene la creencia que los niños no pueden procesar ni entender dicho evento, por lo que, se les informa de una manera fantasiosa o se omite, con el fin de protegerlo.
Desafortunadamente, esto solo ocasiona daño, pues se crece con ideas que fomentan el pensamiento mágico en el menor dicho pensamiento hace referencia a la dificultad que presenta el niño al momento de discernir entre lo real y lo ficticio, haciendo comparativas con lo fantasioso y mezclándolo con la realidad, es por eso que se debe evitar a toda costa decirles cosas como;
- Un evento generado por Dios: Puede crear miedo hacia figuras de autoridad
- Se quedó dormido: Esto puede provocar temor cuando se acerque la hora de dormir y hacerlo, por lo que, pudiera presentarse;
- Enuresis: micción involuntaria a una edad en la que el menor ya tiene control de esfínter.
- Encopresis: Evacuación de heces, de consistencia normal o anormal de manera involuntaria.
- Bruxismo nocturno: Constante movimiento y rechinido de la dentadura, que genera trastornos de la mandíbula, dolores de cabeza, daños en los dientes y otros problemas relacionados con el sueño, como terrores nocturnos, apnea del sueño (pausas prolongadas en la respiración), entre otros.
- Se fue de viaje: Pues, porque al ya no verle puede provocar sentimientos de abandono y resentimiento hacia el trascendido, sumándole miedo a realizar viajes o que algún familiar más lo haga.
En su lugar, se le debe explicar al menor la situación, de manera tranquila, serena, acompañando y validando emociones, haciéndolo sentir seguro de expresar ese dolor, evitando el uso de eufemismos (palabra que se usa pasa sustituir a otra que socialmente no está aceptada, para evitar lastimar u ofender). Es necesario comenzar a hablarle a los menores con la verdad y así, fomentar la confianza junto con el respeto, todo esto dentro de una crianza respetuosa.
El duelo no es una enfermedad o trastorno, es un proceso normal por el cual todo ser humano pasa al perder a un ser amado, llámese familiar, amigo o inclusive nuestras mascotas. Es necesario darle su debida importancia a cada etapa, no está mal llorar y recordar los momentos que vivimos al lado del ser amado, al contrario, el recordar los buenos momentos y percatarnos que hicimos lo mejor que pudimos para apoyar y cuidarle cuando nos necesitó, aliviará la culpa y podremos comenzar a pensar en la adaptación después de esta perdida. No está mal pedir ayuda profesional, tales como apoyo psicológico o tanatológico para sobrellevar dicho proceso.
Autor: Psic. María Isabel
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