De acuerdo con la Secretaría de Salud (SS) las enfermedades cardiacas se encuentran dentro de las primeras 3 causas de muerte en el país, y de acuerdo con datos recopilados por dicha institución durante el 2021 en México se registraron cerca de 220,000 fallecimientos por enfermedades cardiovasculares, de las cuales 177,000 fueron por infarto al miocardio, y si bien la incidencia es mayor en adultos entre los 50 y 70 años, se ha establecido una mayor presencia de casos en pacientes cuyas edades oscilan entre los 30 y 40 años, lo que supone un incremento en el número de muertes súbitas, absolutamente imprevistas para familiares y amigos quienes se encuentran entonces en la difícil situación de vivir el proceso de duelo por un infarto.
Es posible argumentar que todo deceso resulta repentino bajo el entendido de que la muerte suele percibirse como algo completamente ajeno a la vida, su “polo opuesto” incluso; sin embargo, existen circunstancias o causas del deceso que suponen una mayor dificultad para procesar las emociones, pensamientos y sentimientos originados por la pérdida dado que pueden suponer una experiencia traumática para familiares y amigos al haber acompañado (o no) en sus últimos momentos a su ser querido, y la impredecibilidad de un infarto junto con la desesperación, frustración y culpabilidad que puede producir en quienes estén presentes mientras ocurre puede constituir un factor de riesgo que aumente las probabilidades de vivir un duelo complicado.
Este tipo de duelo es aquel en el que no se cuentan con los recursos necesarios a nivel personal, social, afectivo e incluso económico para readaptarse de manera proactiva a la nueva realidad (marcada por la ausencia de un ser querido) y se da un deterioro de la calidad de vida mientras se sigue experimentando de manera intensa los sentimientos de desolación, anhelo, reproche, o enojo de los primeros meses incluso pasados los años, sin darse oportunidad de sanar y llegando incluso a elegir deliberadamente el “no ser feliz” para “no faltar al respeto” a quien ha trascendido.
Por ello, para sobrellevar este duelo es importante reconocer en primer lugar de qué modo ocurrió la emergencia médica lo más objetivamente posible, pues incluso si creemos que fue “nuestra responsabilidad” haber respondido de manera más rápida, haber llevado un mejor control médico o insistir más en que el otro cuidase su calidad de vida, lo cierto es que es imposible afirmar que alguna acción como las mencionadas anteriormente habría prevenido un infarto dado que este suele ser el resultado de múltiples factores desgastantes de la salud a lo largo de un periodo prolongado.
El duelo se trata de un proceso personal que variará de individuo a individuo, por ello incluso si se trata de un duelo que se vive en familia es importante reconocer la individualidad de cada uno y validar las distintas formas de expresar el dolor por la pérdida de un miembro importante de la familia, sin comparativas ni reprimendas, pues cada quien a su particular forma se encuentra o encontrará procesando lo sucedido, y contar con una red de apoyo que brinde el espacio y la apertura necesaria para hablar de las emociones y pensamientos al respecto será de vital ayuda, evitando estigmatizar lo sucedido, fomentando, en cambio, el recordar a quien ya no se encuentra físicamente por toda la vida que les brindó, con amor, respeto y el compromiso de seguir viviendo también por él o ella.
Psi. Adriana Aramis Rosete Viveros
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