Duelo por jubilación

agosto 15, 2022
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Paradójicamente, una de las constantes en esta vida es el cambio, pues tanto individuos como grupos sociales son alterados por el paso del tiempo y atraviesan distintas etapas donde se transforman por dentro y por fuera. Naturalmente, los seres humanos envejecemos y como cualquier otro suceso propio del ser humano, existen constructos y fenómenos sociales alrededor de la vejez y lo que esta conlleva.

Uno de dichos fenómenos es la jubilación, que consiste en el cese de la actividad laboral luego de haber prestado servicio activo como trabajador al cumplir una edad determinada, correspondiente a la vejez (en el marco legal se estipula que a la edad de 65 años el trabajador tiene derecho a recibir una pensión).

El cese de actividad laboral en una edad que suele asociarse con el deterioro físico y mental del individuo puede traer como consecuencia una sensación de pérdidas múltiples: salud, juventud, sentido de pertinencia e identidad como persona, son algunos de los aspectos que requieren atención al hablar de un duelo por jubilación.

Antes de seguir, es importante recordar que el duelo consiste en el proceso de adaptación y transformación que se suscita ante una pérdida importante en la vida de un ser humano, y no se encuentra limitado al trascender de un ser querido ni a pérdidas materiales, sino que atañe a todo lo que constituye la realidad y se ha interiorizado como propio o “Mío”, formando parte fundamental de la persona.

 De acuerdo con el Psiquiatra Bartolomé Freire en su libro “La jubilación” (2017) jubilarse “ha pasado a ser un cambio de etapa establecido y esperado por todos los trabajadores, una transición importante inducida por una serie de cambios que inician un nuevo período de vida” y “es abrir la puerta del último tramo de tu vida”.

Lo anterior reafirma el carácter trascendental de la jubilación en la vida, se trata de la desaparición de una estructura y la necesidad de reestructurar los patrones de conducta a la par que el pensamiento. Pasar de un horario preestablecido, con funciones asignadas y personas cuya presencia se da por sentado a la ausencia abrupta de todo lo anterior, puede mermar la capacidad de resiliencia ante los cambios que de por sí ocurren debido a la vejez, como puede ser la disminución de alguno de los sentidos, pérdida de densidad ósea, inadecuación a las nuevas tecnologías, inconvenientes debido a la brecha generacional y los prejuicios sobre la tercera edad que designan al adulto mayor como alguien “incapaz”, entre muchas otras condicionantes.

Por todo lo anterior, es muy importante en primer lugar reconocer la existencia de este duelo, y en segundo lugar tener en mente que así como se trata de un final, también existe el potencial de un nuevo comienzo. Es necesario reconocer todo lo que sí se conserva, llámese familia, independencia, movilidad, o sabiduría.

El ser humano nunca deja de aprender, y por ende nunca deja de tener potencial. Diversificar los intereses, encontrar alguna actividad física de interés, conocer personas con gustos en común, son acciones que en un principio pueden resultar impensables por parecer complicadas debido al “factor” edad, pero lo cierto es que la voluntad de hacer algo de provecho en la nueva realidad de la vejez es el primer paso hacia un sano proceso de duelo, en donde la aceptación permita reconocer que se puede vivir plenamente, disfrutar de la familia y pasarlo bien independientemente de la edad.

Psi. Adriana Aramis Rosete Viveros

 

Referencia:

Bartolomé F. (2017) La jubilación Editorial LID. Recuperado de: extracto-la_jubilacion_a_imprenta.pdf (lideditorial.com)

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