Hablemos sobre el Duelo por Desaparición Forzada

junio 24, 2022
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Existen realidades que nos plantan cara como sociedad, que reflejan aquello a lo que más tememos y que forma parte ineludiblemente de nuestra naturaleza, la realidad es que en ocasiones hay seres humanos que actúan de manera cuestionable, cometiendo actos criminales como el delito de desaparición forzada que daña y mutila a familias enteras en el proceso.

En México desde 15 de marzo de 1964 al 5 de junio de 2022 se tiene registro de 247, 084 personas desaparecidas no localizadas y localizadas, de las cuales hay 100, 482 personas desaparecidas no localizadas, siendo así el 40.67% del total de personas. (Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, 2022)

Las cifras son alarmantes cuando entendemos que cada número que se suma a las estadísticas conlleva la vida de una persona cuya ausencia significa un punto de quiebre para su familia que se ve afectada, en la mayoría de los casos, permanentemente. A raíz de la desaparición, la cuenta de los días sin el ser querido son un recordatorio cada vez más fuerte de su ausencia física, el desprendimiento se ha dado de manera violenta e incluso incomprensible ante la falta de información al respecto, el apego hacia el integrante de la familia o amigo que ya no está se ve enfrentado al vacío de la presencia que ya no está donde solía encontrarle e inicia entonces un duelo que como tal, va a manifestarse de formas tan diversas como los individuos que lo transitan.

Si bien hay un consenso general sobre cómo se trata de una situación difícil que merma el estado de salud en todo ámbito (físico, mental, espiritual, y social) para quien enfrenta la ausencia de un ser querido, la comprensión y el apoyo iniciales suelen quedar atrás conforme el tiempo transcurre, especialmente si se trata de años sin alguna pista o indicio del familiar desaparecido, pues muchas veces al creer que lo mejor para los dolientes es resignarse sus redes de apoyo suelen hacer comentarios del tipo “Hay que seguir adelante” “Deberías superarlo” “Tienes que resignarte, no va a aparecer” quizás bajo el punto de vista externo de que la evidencia es clara: la persona ya no está, eso es todo.

Es allí donde existe una discrepancia fundamental entre lo que percibe la familia del desaparecido y lo que capta el resto del entorno: mientras que para otros la persona definitivamente ha dejado de formar parte de sus vidas, para su familia se trata de una incertidumbre que parece no tener fin, ya que no existe ninguna certeza de cuál es el estado de quien siempre ha formado parte de sus vidas: no se sabe a ciencia cierta si la persona se encuentra viva, pero tampoco se tiene evidencia de su deceso por lo que su estatus es mucho más complejo, se encuentra desaparecida, con todos los matices que la mente en conjunto con el tiempo son capaces de conferir.

De todo lo anterior se puede concluir que el duelo por desaparición forzada es un tipo de duelo especial que merece ser reconocido como tal, es especial porque no podemos patologizar a quienes se encuentran en esta situación por sentir con la misma intensidad las emociones iniciales 10 años después, pues es comprensible que no exista un cierre cuando se trata de alguien que no ha trascendido.

Es normal que exista la esperanza de encontrarles, de saber a ciencia cierta qué es lo que ocurrió, ¿en dónde se encuentra ahora?, ¿qué estaría haciendo si este fuera un día normal, como aquellos en el pasado?, ¿se encontrará bien?, ¿qué pude haber hecho distinto?. Ante estas preguntas interminables, como sociedad nos corresponde ser más empáticos y recordar que el tiempo y los recursos empleados para saber qué fue de ellos no son en vano, por eso nos corresponde apoyar siendo conscientes de que está bien resaltar las conductas que a la larga pueden ser dañinas, pero nunca invalidando su búsqueda.

 

Psi. Adriana Aramis Rosete Viveros

 

 

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