¿Cómo le explico a mis hijos?

diciembre 3, 2021
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El último mes del año nos trae recuerdos y expectativas, pues es culturalmente asociado a rememorar todo lo que el paso del tiempo nos ha traído, lo que estoy dispuesto a comenzar en este nuevo año que se avecina y también, lo que durante los anteriores meses ha sido apartado de mi vida.

El hecho de perder a un ser querido transforma la realidad de distintos modos, su ausencia se ve reflejada en la necesidad de modificar rutinas, planes, y demás aspectos propios de la calidad de vida y el estilo de vida.

Cuando además me encuentro en casa con niños que esperan lo culturalmente asociado a la Navidad y otros eventos de diciembre (intercambio de regalos, reuniones con sus amigos, posadas, etc.) el enfrentar la nueva realidad mientras les ayudamos a comprender la necesidad de implementar cambios puede tornarse en un estresor que dificulte aún más el proceso de adaptación.

Uno de los motivos que dificulta el poder hablar con los hijos de manera honesta sobre el trascendimiento de un familiar es el no saber qué decir, el miedo a que mis palabras sean fuente de dolor, tristeza o confusión, el hecho de que “aún como adultos” a menudo nosotros mismos somos incapaces de encontrar un “Por qué” a lo ocurrido.

Y, sin embargo, es cierto que la labor de acompañar y ayudar a elaborar el duelo de nuestros hijos forma parte de la responsabilidad como figura paterna o materna, especialmente si se trata de un menor de edad que se encuentra en las primeras etapas del desarrollo humano, o sea, durante la primera infancia (de los 0 a los 5 años) y la infancia (entre los 5 años y los 10 años).

En dichas edades la madurez cognitiva de los menores se está construyendo, motivo por el cual es importante tener en mente que el modo en que nos acerquemos a ellos para brindarles orientación, confort e información debe adecuarse a su edad, teniendo como parámetro la existencia del “pensamiento mágico” durante el periodo que comprende desde el nacimiento hasta los 8 años.

Y ¿en qué consiste el pensamiento mágico? De acuerdo con Nemeroff y Rozin (2013) consiste en “intuiciones o creencias que trascienden el límite usual entre la realidad mental/simbólica y la física/material”. Se trata de la capacidad que tienen los infantes de desdibujar los límites entre lo que para los adultos claramente denota la existencia de realidad y ficción, pues dentro de su entendimiento del mundo no existe lo imposible, siempre que sean capaces de imaginar algo son también capaces de verlo y viceversa. Todo puede ocurrir pues el desarrollo a nivel cerebral aún no les permite comprender el modo en que se comportan los objetos y conceptos de la cotidianidad.

Ahora bien, esto no significa que sea imposible hablar acerca de la muerte con niños pequeños, sino que las palabras y conceptos empleados deben ajustarse a su edad bajo el entendido de que es necesario explicar del modo más concreto posible dicho fenómeno natural. Hacer esto es ayudar a que los infantes puedan procesar de un mejor modo lo ocurrido y también puede contribuir a la disminución de sentimientos de angustia o ansiedad producidos por el pensamiento mágico en su intento de explicar lo ocurrido por sí mismos.

Al tener en cuenta que factores como la edad, lazo con el familiar trascendido, experiencias de vida estresantes o traumáticas anteriores, presencia de una red de apoyo, personalidad, entre otros, es posible afirmar que no existen palabras que puedan establecerse como una guía de acción, pues son múltiples factores individuales los que deben tomarse en cuenta para platicar acerca de la muerte con niños. Pese a ello, a continuación, se exponen algunos conceptos clave que de acuerdo a profesionales e instituciones (como el Colegio médico de Bizkaia en España) fluyen en la comprensión y aceptación de la pérdida y marcan una pauta sobre lo que pudiera decirse a los hijos:

    • Es universal (afecta a todos los seres vivos en algún momento, no hay nadie que no pueda morir).
    • Es irreversible (no hay nadie que pueda volver a la vida).
    • Es incontrolable (no depende de lo que pensamos o lo que dijimos, ni de promesas rotas, mentiras o algo que dejamos de hacer).
    • El cuerpo deja de funcionar, no se está dormido ni descansando.
    • No hay una respuesta correcta ni precisa sobre qué es lo que pasa después, o si existe algo más allá de la vida.

Con base en lo anterior, es posible construir una explicación que brinde seguridad ante la nueva manera de vivir las fechas decembrinas, pues definitivamente los niños notarán la ausencia de un ser querido en la cena navideña, o incluso la interrupción de tradiciones familiares, una mayor sensibilidad en sus cuidadores o la falta de regalos debido al estado de ánimo de distintos miembros de la familia.

Y si bien es cierto que no forzarse a vivir el último mes del año como si nada hubiera cambiado no es lo recomendable para el desarrollo de un duelo sano, también es sumamente importante reconocer cuando a pesar de sentimientos como tristeza profunda, anhelo, frustración, etc. se tienen los recursos personales, sociales y económicos para realizar un pequeño esfuerzo que brinde a los hijos un pequeño referente de “normalidad” como pudiera ser permitirles adornar un rincón de la casa o darles un pequeño obsequio aun si se decidió no poner el arbolito de navidad.

Ayudarles a comprender un “por qué” de las cosas de un modo lo más apegado posible a la realidad, sin dejar de lado la protección y cariño propios de la relación padre-hijo, es ayudarles también en su desarrollo, es un modo más de cuidarles y prepararlos para el futuro, bridándoles la certeza de que sin importar las dificultades inesperadas que tenga la vida, pueden contar con su familia para acompañarse y apoyarse los unos a otros, construyendo juntos nuevas tradiciones.

Autor: Psic. Adriana Rosete Viveros.

Nemeroff C.& Rozin P. (2013) Operation of the Sympathetic Magic Law of Contagion in Interpersonal Attitudes among Americans Bulletin of the Psychonomic Society 27 (4), 367-370. Recuperado de: https://link.springer.com/article/10.3758/BF03334630

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