Antes de leer el presente artículo se recomienda la lectura de «Hablemos sobre el Duelo por Desaparición Forzada» anteriormente publicado en este mismo blog para un mejor marco de referencia, pues allí se han estipulado ya las particularidades del duelo por desaparición forzada y su importancia, elementos clave para una mejor comprensión de “Cómo ayudar”.
El humano es un ser social por naturaleza, nos relacionamos para establecer vínculos que resulten en una mejor calidad de vida y construimos redes de apoyo en el proceso, de modo que en situaciones de crisis y eventos desafortunados como es el caso de las desapariciones forzadas es importante la presencia y el apoyo de quienes conforman el entorno social de la familia que sufre esta situación.
Como personas cercanas, es posible observar las implicaciones emocionales que trae consigo la repentina ausencia de un ser amado y la incertidumbre en torno a su paradero, se trata de un estado de vulnerabilidad y estrés constantes que, en conjunto con otros factores como carencias económicas, conflictos familiares, abuso de sustancias, etc., merman la sanidad mental del individuo y dificultan la adaptación a la nueva realidad.
Derivado de lo anterior, no es de extrañarse que surjan las preguntas: ¿Hay algo que yo pueda hacer?, ¿Qué sí puedo hacer y decir? ¿Y si termino empeorando todo? Entre otros derivados que provienen del cariño, amor filial u amor romántico, no importa cuál sea el origen de la preocupación y el interés, en tanto se trate del bienestar de otros, sin embargo, a pesar de ello pueden existir malentendidos y conflictos originados en el desconocimiento.
Uno de los elementos clave para brindar el acompañamiento necesario es la empatía, que a diferencia del dicho popularizado “ponerse en los zapatos del otro” se trata del comprender no solo los hechos que rodean a un individuo y le llevan a actuar y pensar del modo en que lo hace sino que abarca la participación afectiva, es decir reconocer el aspecto emocional del otro desde el respeto y el entendimiento.
De este modo, aunque exteriormente pueda parecer que el doliente se encuentra “sobre-reaccionando” esta observación usualmente está dada desde un punto de vista en el que la empatía no ha sido prioritaria, se trata de la perspectiva ajena de quien en realidad no se encuentra atravesando la situación de incertidumbre y desosiego.
Y si bien esto es comprensible, para apoyar es necesario reconocer que el dolor del otro me es ajeno más no indiferente, que si bien ponerme en sus zapatos es imposible (aun si yo he atravesado una situación de duelo que considero la experiencia más dolorosa posible, esto se trata de una verdad individual que no es igualmente cierta para mi familiar, amigo, pareja, etc.) lo que sí puedo hacer es empezar a reconocer cuáles son las dificultades a las que mi ser querido se enfrenta en lo que constituye su nueva realidad: el aspecto legal de la desaparición con sus deficiencias y trabas, las modificaciones en su núcleo familiar, la existencia de culpas y reproches, la esperanza y la preocupación por el paradero desconocido, precariedad económica, y un largo etcétera que en primera instancia desde nuestra perspectiva “externa” no somos capaces de entender.
El estar presentes para apoyar con los cambios que se han producido (por ejemplo, el cuidado de hijos pequeños, quehaceres del hogar y demás actividades rutinarias que ahora han pasado a segundo plano) e integrarse en lo que ahora constituye el derecho de la familia por encontrar respuestas (actividades de búsqueda) son acciones que podemos realizar en pro de mantener una red de apoyo que provea de una muy necesaria estabilidad, mostrar nuestro apoyo es validar un duelo especial que merece ser tratado como lo que es, porque ante la incertidumbre es válido no solo nunca olvidar, sino continuar con la búsqueda mientras encontramos de qué manera volver a hacer nuestras vidas.
Psi. Adriana Aramis Rosete Viveros
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