Estilo de crianza autoritario. Un control fuerte en cuanto la exigencia, poca disposición y reciprocidad definen el estilo de crianza autoritario. Aquí son los adultos los que mandan, y los niños los que callan y obedecen. Son padres que esperan muchísimo de sus hijos, imponen gran cantidad de reglas y si no se cumplen aplican castigos. Por otro lado, no suelen ser afectuosos con sus hijos, sino que se muestran distantes. Los niños suelen ser sumisos y obedientes, de baja autoestima, sin embargo, ante tantas normas y exigencias los hijos pueden rebelarse en la adolescencia. Los niños de padres autoritarios suelen tener una baja autoestima, puesto que sus padres no han tenido en cuenta sus necesidades emocionales y afectivas al mismo nivel que las normas. Han aprendido que el poder y exigencias externas son prioritarias, y por eso se muestran obedientes y sumisos ante poderes externos. Sin embargo, son niños inseguros con baja inteligencia emocional, que difícilmente tienen autocontrol sobre sus emociones o conductas cuando una fuente de control externo está ausente. Por esta razón, son vulnerables a presentar conductas agresivas ante las situaciones cuyo autocontrol solo depende de ellos mismos. Estilo de crianza permisivo. Por el contrario, padres permisivos son aquellos de control relajado, alta disponibilidad y reciprocidad para las necesidades de los niños. Hoy en día es común escuchar hablar de los “padres helicóptero”, los que sobrevuelan alrededor de sus niños, pendientes de satisfacer hasta el menor de sus caprichos y que no saben decir un “no”.
El estilo de crianza permisivo se basa en establecer pocos (o ningún) límites, resultando perjudicial para estos niños, que después tienen dificultades para desempeñarse académica y socialmente y suelen comportarse como pequeños “tiranos». Estos niños se caracterizan por ser muy alegres, divertidos y expresivos. Sin embargo, al no estar acostumbrados a las normas, los límites, las exigencias y el esfuerzo, también son niños muy inmaduros, incapaces de controlar sus impulsos y que se rinden con facilidad. Además, suelen ser niños bastante egoístas, puesto que siempre les han priorizado por encima de todo, y no han tenido que renunciar a cosas por los demás.
Estilo de crianza democrático. Se lo conoce también como estilo de crianza asertivo. Es el más equilibrado, sabe combinar un control fuerte con una alta disponibilidad. Son padres que ponen reglas claras, pero están abiertos a dialogar y explicar sus motivos. Sus hijos reciben contención y afecto además de límites, y suelen crecer con autoestima alta, empatía hacia los demás y capacidades de liderazgo. Los niños de padres democráticos se caracterizan por tener una autoestima sana, con confianza en ellos mismos, que se esfuerzan por conseguir sus objetivos y no se rinden con facilidad. Afrontan las nuevas situaciones con confianza y entusiasmo. Tienen buenas habilidades sociales, de manera que son competentes socialmente, y tienen una gran inteligencia emocional, que les permite expresar, comprender y controlar sus propias emociones, así como comprender las de los demás y tener empatía.
Estilo de crianza negligente. Un control relajado, baja reciprocidad y afecto dan como resultado el estilo de crianza negligente. Son padres y madres desatendidos, que no brindan contención a sus niños ni están emocional o físicamente disponibles para ellos. No exigen mucho de sus niños pero tampoco se muestran solícitos o afectuosos. Delegan la crianza en terceros, como la institución escolar. Sus hijos crecen abandonados, con pobre autoestima, no saben cumplir normas y tienen problemas en la interacción social. Estos niños presentan problemas de identidad y baja autoestima. No conocen la importancia de las normas, y, por tanto, difícilmente las cumplirán. Además, son poco sensibles a las necesidades de los demás y especialmente vulnerables a presentar problemas de conducta, con los conflictos personales y sociales que esto conlleva. Por supuesto que estos cuatro estilos de crianza no suelen darse “puros”, sino que son una idealización. Por lo tanto, mi «consejo» es que no pierdas de vista cuál es tu objetivo al momento de educar y «crecer» a tu hijo. Si pretendes que tus hijos sean personas sanas pon en práctica estas diez estrategias. 1. Ten siempre presente que tu hijo depende de ti, y que tu conducta y tus reacciones hacia su conducta determinarán su comportamiento. 2. Ten en cuenta sus necesidades emocionales y afectivas, no solo las básicas. Los niños necesitan cariño, afecto, amor y paciencia.
Es importante reconocer que cada estilo trae consecuencias, por ende, apegarse al mejor estilo de crianza es lo recomendable.